La artista noruega presenta su tercer álbum, una impactante muestra de talento y efectismo a partes iguales, fundamentada en su formación clásica y maestría a la hora de generar impacto visual.
Qué: Disco (edita Red Eye Transit)
Desde que su figura emergiera en la escena internacional, la noruega Sandra Kolstad ha tenido que lidiar con innumerables alusiones a su parecido con Lady Gaga, algo que le hizo gracia (y quizá le ayudó) en su momento, pero que parece limitativo actualmente si tenemos en cuenta que Sandra ya tiene tres discos y acumula más de un lustro al trote por los glamurosos caminos del señor.
Sí, ambas son duchas en el piano clásico, componen con fluidez y las dos comparten el efectismo en la imagen fija y móvil que acompaña a sus propuestas artísticas, con especial interés en la llamada de atención. Sandra, empero, tiene un código diferente en su armadura: la elegancia nórdica, el trasfondo y la intrahistoria culebreando entre neones y flashazos.
El modo en que se desempeña de cara al público, ya sea en los directos o los audiovisuales, es una fórmula de éxito que traspasa fronteras con facilidad y convierte en homogéneas muy diversas tipologías de audiencias, unidas por el calor de una música preñada de alegría y tejida en armoniosos impulsos electrónicos. Crux y Nothing Lasts Forever, sus dos primeros álbumes, ya dejaron clara la línea argumental de la noruega, que sin tener aún la fama de su compatriota Magnus Carlsen (el mejor ajedrecista del mundo) ya es un orgullo más para la tierra de los fiordos.
