Otro disco maravilloso del sueco. Sigue siendo él, ocho años después. Las palabras aquí vertidas no hacen justicia a su trabajo. Pueden leerlas, pero hagan el favor de darle al play del reproductor al mismo tiempo. Y juzguen por ustedes mismos. Gracias.
Qué: Disco (edita Imperial/Mute)
Sonrisa grande. José González no se ha reinventado. No experimenta con ropajes sonoros alternativos, ni busca una redefinición de su universo creador. No ha descubierto la fórmula del agua tibia: simplemente confirma un talento descomunal para ese tipo de magia que no se explica apropiadamente con palabras.
Escucharle es mecerse al vaivén de notas etéreas, y dejarse llevar por un manantial de canciones que abracadabrea todo lo que toca: la guitarra abre camino y serpea entre el latido acolchado de un corazón orgulloso de su eficacia motora. José González es José González, ocho años después de proclamarlo por última vez en un álbum propio, el aplaudido In Our Nature. Los dos trabajos de estudio en la embarcación bautizada como Junip han aplacado parcialmente la sed de los incondicionales que amontona este sueco de raíces argentinas, adalid de la canción maravilla.
Es muy difícil no caer en el mantra del sopor con las herramientas de trascendencia elegidas por el de Gotemburgo… pero nada lució tan lejos del aburrimiento en muchas décadas. José González apela a las emociones pequeñas con el macropulso de un neurocirujano, y se permite el lujo de prescindir del habla –en Vissel, la guitarra tiene al silbido como único cómplice– sin que echemos de menos la belleza de versos como los que atesora Stories We Live, Stories We Tell, por ejemplo. Qué tipo, oigan.