Carmen Villain, artista de ascendencia mexicana y noruega debuta en la música con un álbum desasosegante, emotivo, en el que la oscuridad y la inocencia se mezclan con sorprendente naturalidad.
Qué: Disco (Smalltown Supersound/Music As Usual)
Carmen Villain, nacida en los Estados Unidos pero residente en Noruega desde hace tiempo, presenta un disco en el que se mezclan un montón de posibles influencias: desde Sonic Youth a Nico, pasando por Edie Brickell, las Sun City Girls, Debbie Harry o Juana Molina. Una pieza bizarra que brota de vivencias personales y se sirve de los filtros adecuados para el traslado de todas esas imágenes al microsurco (porque esta música parece pedir con desespero el roce de la aguja) o, en su defecto, al pariente digital más sensible.
Así, Carmen mezcla la frialdad y las estructuras maquinales (gen paterno noruego) con un punto macabro propio del día mexicano de los muertos, derivado del gen materno azteca). El resultado es una extensión de la genética mixta de esta artista críptica, cuyo pasado profesional no deja de ser sorprendente: modelo de éxito, con frecuentes apariciones de portada en las revistas de moda más prestigiosas del mundo.
Quizá sea esta sobreexposición la que le haya llevado a ocultar su bellísimo rostro en la portada del álbum, que ella misma coproduce, por cierto: es la suya una belleza que no acaba de ser académica (la nariz aguileña le saca del fanclub de la cirugía plástica), y que, por tanto, resulta más poderosa, como si Anita Pallenberg y Moctezuma hubieran roto fronteras espacio-temporales para procrear un ser de luz.
