Islandia – Smekkleysa/Bad Taste, 1999
Desde sus comienzos, Sigur Rós decidió establecer su base de operaciones en una pequeña aldea de las afueras de Reykiavik. Este dato sirve también como una metáfora musical: ya desde su magnífico primer álbum, el grupo de Jónsi se aislaba así, con su sonido repleto de ambientes y estampa post-rock, de aquello que sucedía en la escena local. Lo curioso es que tras su publicación, Ágætis Byrjun no sólo influyó en decenas de grupos islandeses y de toda Europa, sino que además vendió miles de discos, manteniéndose en los charts durante más de seis meses y propulsándose para siempre al Olimpo del rock islandés.
Este texto es parte del informe 120 discos nórdicos indispensables.