El sueco Jay-Jay Johanson sigue su camino a su antojo. Ajeno a las autopistas sonoras que circundan los gustos de la actual audiencia global del pop, su camino prosigue la tradición del peregrino sin horizonte a la vista.
Qué: Disco (29 Music)
Después de trabajos tan notables como Bury The Hatchet, uno de los músicos suecos más reconocidos de estas dos últimas décadas, se sabe totalmente fuera del circuito de actualidad. Dicha realidad quizá sea su mejor aval a la hora de sacarse de la manga brebajes que saben a 90’s por los cuatro costados.
Anclado en el suave trote downtempo de piezas como Not Time Yet, su álbum más reciente no pretende buscar nuevos parajes, aunque sí la ligera reinvención inherente a cada uno de sus nuevos esfuerzos discográficos. En este sentido, el escandinavo cada día está más cómodo dentro de terreno jazzy; inconfundible, en la rítmica tensa de Heard Somebody Whistle y en el recuerdo a la Nina Simone azul en Old Dog. En esta última, vuelve a demostrar su especial atención para los arreglos de elegancia fina; sin duda, una de sus bazas más efectivas.
En todo momento, asistimos a la expresión de un Jay-Jay Johanson otoñal, que va mutando levemente a cada paso dado, como en las dinámicas trip hop de Swift Kick In The Butt o en los ocho minutos walkerianos de We Used To Be So Close; seguramente, la gema más reluciente del motín reunido para la ocasión, que vuelve a subrayar la vigencia de un artista, por momentos, monótono en su dicción melancólica, pero siempre ávido de matices que coloreen un muestrario sin mácula de lo que debería ser siempre el jazz pop de kleenex.