Lykke Li, la cantautora sueca que en 2008 saltó a la fama y se mudó a Nueva York, regresó a Estocolmo, le rompieron el corazón, convirtió la pena en canciones y grabó un gran álbum de baladas trágicas e invencibles.
Qué: Disco (edita Atlantic)
No, no estamos escuchando un disco grabado en los años 70 de una chica producida por Van Morrison. Tampoco es la hermana perdida de Anthony Hagerty. Si nos sumergimos en I Never Learn estamos frente a una obra mayor que consagra, ahora sí, a la sueca Lykke Li como una de las puntas definitivas de esa estrella luminosa que es el pop nórdico.
Todo parece indicar que a Lykke le han roto el corazón, y hay que decir que tal estado favorece a su música: entre percusiones de ultratumba, guitarras firmes y climas asfixiantes, su tercer trabajo es un desfile trágico de baladas de desamor, locura y pasión.
La mejor prueba son verdaderas maravillas como No Rest For The Wicked, Never Gonna Love Again y Silver Line. La producción, a cargo de los habituales Björn Yttling y Rick Nowels –más y el célebre Greg Kurstin– es un viaje a la década de los 70, con el toque de actualidad justo como para convertir a I Never Learn en un clásico instantáneo.