Si en la década de 1830 hubiese existido el término «innovación» encajaría como anillo al dedo a las escuelas populares danesas creadas por el pensador y clérigo N.F.S. Grundtvig y el docente Christen Kold. Ambos, críticos el sistema educativo existente –mantenían que solo se enseñaban “conocimientos muertos” y nada sobre la vida real–, decían que para que la democracia funcionara era imprescindible que los ciudadanos tuvieran conocimientos sobre el mundo, la sociedad en la que vivían, la convivencia y el respeto a otras ideas y pensamientos.
A diferencia de los internados ingleses, el objetivo de las escuelas populares (Højskoler) danesas era dar acceso a la educación a los campesinos y personas de las clases bajas para ofrecerles las herramientas suficientes como para enfrentarse al nuevo tipo de sociedad que emergía en el momento. Grundtvig quería que fuera un tipo de educación exclusivamente centrada en las personas, quería que aprendiesen cosas útiles, y que antes que nada les permitiera participar activamente de la vida democrática. De esta manera, las escuelas populares danesas se convirtieron en escuelas para la gente común, para todo ciudadano joven, adulto o de la tercera edad al que educaban para la vida.
En 1892 se aprobó la primera ley de apoyo del estado a las escuelas populares. Así, de servir solo a la clase de campesina, han pasado a servir a la sociedad en general, una sociedad que en la actualidad es mayoritariamente urbana.
Nikolaj Grundtvig y Christen Kold
La esencia de la filosofía de Grundtvig consistía en que las personas aprendiesen a través de la conversación con otros, que aprendiesen que su voz, ideas y pensamientos valen; que aprendiesen a hablar y expresar su opinión en su comunidad. Un concepto muy relevante en el mundo en el que vivimos hoy.
La premisa de Grundtvig (creador de los Højskoler) y Kold (de los Efterskoler) es que el punto de partida para la enseñanza debe ser el niño y no un conjunto de textos polvorientos predeterminados por una «autoridad». Ambos vieron en la narración de historias una clave para despertar el interés del niño y potenciar así su imaginación y comprensión.
Los Efterskole se dirigen a jóvenes entre catorce y diecisiete años (hoy en día se puede sacar el último año de la educación obligatoria o hacer un año adicional optativo) mientras que los Højskoler se dirigen a adultos, es decir personas que ya han terminado la educación obligatoria. Y ambas escuelas tiene el desarrollo del individuo en el centro, y buscan fomentar una ciudadanía activa, así como el entendimiento y el respeto por «el bien común».
Tanto Grundtvig como Kold se distanciaban de lo que consideraban «conocimiento muerto», como el conocimiento sobre la Biblia en lugar de los conocimientos que tenían una relación con la vida que la gente realmente vivió. Además consideraban que para que la democracia funcionara, la gente tenía que ser iluminada sobre la vida, sobre el mundo en el que vivían y sobre lo que significaba vivir en sociedad y entender y aceptar otras formas de pensar. También apoyaban que la educación no debía limitarse a los años de la infancia y juventud, sino que debía ser de por vida.
Actualmente, Dinamarca posee uno de los mejores sistemas educativos del mundo y en él conviven la educación convencional y las escuelas populares. La educación en el país es gratuita para sus ciudadanos, desde sus inicios hasta terminada la educación superior. Hoy por hoy, los daneses terminan su ciclo educativo con diecinueve o veinte años, bastante más tarde que otros países. Esto se debe a que algunos optan por hacer un año en un Efterskoler (cuya traducción literal sería «después de la escuela») cuando cumplen quince o dieciséis. Consiste en marcharse un año a vivir y aprender sobre temas específicos que ayudarán al alumno a definir su vocación de cara a elegir una carrera universitaria. No obstante, no todos los que se apuntan a la Efterskole piensan ir a la universidad cuando terminen la educación secundaria. A ello se suma la oferta de los Højskoler, que ofrecen educación no formal para adultos de entre dieciocho y veinticuatro años. Es parecido al Efterskole, pero apuntado a jóvenes que están entrando en la adultez y ya poseen la madurez suficiente.
Las escuelas populares, unas setenta repartidas por el país, ofrecen cursos de mayor o menor duración, y las materias que se imparten van desde arquitectura a diseño, pasando por bellas artes, música, periodismo, comunicación y deporte, entre otras.
La idea de los Folkehøjskole ha probado ser flexible y se adaptó a los nuevos tiempos, cumpliendo nuevas funciones sociales. Lo cierto es que con el paso de los años, las escuelas populares han cambiado pero la idea central de Grundtvig perdura en muchos sistemas educativos que ven al pensador danés como un referente para delinear sus programas educativos.
Hoy en día, se sigue considerando las escuelas populares como una herramienta de crecimiento personal y profesional en la que cada individuo es el centro de su propio aprendizaje. La formación se basa en el intercambio de experiencias entre el educador y el alumno, en el que el objetivo es el descubrir y potenciar las dotes personales de cada alumno. Tanto las clases como el entorno social en las escuelas, en la que los alumnos duermen, comen y hacen vida social, están pensados para reforzar la personalidad y los talentos de cada alumno.
Básicamente es un momento en el que el individuo se puede tomar el tiempo para redefinir cuál es su sentido en esta vida. La ley danesa establece que el objetivo principal de las escuelas es fomentar el compañerismo e impartir cursos que promuevan la iluminación para la vida, la iluminación de la sociedad en general y la educación y formación democrática. Una filosofía que en Dinamarca se valora y se toma muy en serio.
La duración del programa suele durar cuatro meses y no hay exámenes. Los estudiantes se mudan a la escuela y durante ese lapso de tiempo tienen una educación intensiva. Estudian, duermen, comen y disfrutan de su tiempo libre en la escuela con otros compañeros. Cualquiera puede apuntarse a la Folkehøjskole, ya que no hay requisitos académicos. Al completar el período educativo cada alumno recibe un diploma como confirmación de asistencia. Los alumnos no son examinados, por lo que no reciben notas. Lo que se pretende es que cada estudiante aprenda desde un compromiso consigo mismo. Estas escuelas suelen ser dictadas en danés, aunque se han aceptado estudiantes extranjeros en ocasiones.
Si bien las escuelas populares danesas reciben apoyo económico del estado, la creación y operación de una Folkehøjskole es una iniciativa privada. El estado casi no tiene injerencia en el funcionamiento de la escuela, solo existen algunos conceptos básicos que deben cumplir. En el siglo XIX los estudiantes de la Folkehøjskole eran campesinos iletrados pero con mucha experiencia de trabajo en el campo. Los estudiantes del siglo XXI en su mayoría son jovenes que han terminado la educación secundaria pero con muy poca experiencia laboral, esto ha llevado a las escuelas a insertar un componente de experiencia práctica en el curriculum de las mismas.
Más información:
Danish folkehøjskole
Danish efterskole
Danish Friskole
Ella Navarro es periodista y contadora de historias, una uruguaya que se enamoró de la ciudad de Copenhague en 2015 y nunca más se bajó de la bicicleta. Hoy en día escribe para distintos medios en inglés y español, sobre Dinamarca y su país natal. Es Licenciada en Comunicación de la Universidad de Montevideo y tiene un Master en Periodismo a través de un programa conjunto de la Universidad de Aarhus y City University of London.
Este texto es parte del informe ¿Qué pasa en Dinamarca?