Cine noruego

El cine noruego. Una montaña rusa de éxitos y fracasos

El cine noruego ha tenido tradicionalmente menos repercusión internacional que el de sus países vecinos, Suecia y Dinamarca. Sin embargo, en sus más de cien años de historia ha dejado algunas producciones cinematográficas para la posterioridad, y en las últimas décadas el séptimo arte se ha visto revitalizado en el país. Si bien hubo épocas en las que la crítica y el público local han rehuido de las películas hechas en Noruega, actualmente el cine local goza de buena salud ofreciendo con asiduidad filmes de proyección internacional.

 

Primeros pinitos del cine de ficción en Noruega

Las primeras imágenes vivas llegaron a Noruega en 1896, pocos meses después de la histórica proyección cinematográfica de los hermanos Lumière en el Salon Indien du Grand Café de París. El primer éxito cinematográfico tuvo lugar en el país en 1905, año de su independencia, con la proyección de una película que documentó el momento histórico del desembarco del rey Haakon VII y su familia en suelo noruego tras la disolución de la unión con Suecia.

Los noticiarios cinematográficos gozaron de gran popularidad las primeras décadas del Siglo XX, proyectando acontecimientos deportivos como el salto de esquí en Holmenkollen y reportajes sobre las expediciones polares de Roald Amundsen. En esta época también vieron la luz los primeros anuncios audiovisuales, realizados por la fábrica de conservas Bjelland para promocionar internacionalmente sus sardinas.

«El pistoletazo del cine de ficción noruego data de 1911 con el primer largometraje mudo realizado por Halfdan Nobel Rode. Ese año inaugura la historia del cine noruego ya que en pocos meses se estrenaron cuatro producciones nacionales en el cine de Oslo, entonces Kristiania»

El primer cine del país abrió sus puertas en Oslo (entonces Kristiania) en el año 1904 y alcanzó enseguida una gran popularidad, sobre todo, entre la creciente clase obrera. El pistoletazo del cine de ficción noruego data de 1911 con el primer cortometraje mudo Fattigdommens forbannelse (La maldición de la pobreza) realizado por el director Halfdan Nobel Roede. Es el año que inaugura la historia del cine noruego ya que, durante unos pocos meses de otoño, se estrenaron cuatro producciones nacionales en el cine de Kristiania. De estos primeros momentos en la historia del cine noruego, hasta aproximadamente 1920, se conserva muy poco material en la actualidad.

Entre los años 1911 y 1920, las películas estaban inspiradas en el cine danés de evasión de la época, en los melodramas sociales o eróticos, que solían versar alrededor de temáticas como el amor prohibido, los crímenes, la trata de blancas y los celos.

En 1913 el parlamento noruego aprobó una ley que regulaba la proyección cinematográfica pública y creó la entidad Statens Filmkontroll que debía velar por el cumplimiento de la ley, así como a clasificar los contenidos aptos para mostrar al público. El objetivo de la censura fue evitar «la decadencia moral» que podía entrañar las manifestaciones del nuevo arte.

 

Consolidación: adaptación literaria y romanticismo nacional

En los años 20 se consolida y profesionaliza el cine noruego. Se produce un cambio del paradigma narrativo y una nueva aproximación al cine de ficción. Cobra un importante papel en las películas el romanticismo nacional, así como la adaptación de obras literarias.

Así, uno de los filmes mudos más conocidos de la época es Fante-Anne (Gipsy Anne, 1920) de Rasmus Breistein, basada en una historia de Kristofer Janson y ambientada en la Noruega rural. Se trata de la primera película noruega que cuenta con actores profesionales y contribuye a la consagración del cine nacional.

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Halfdan Nobel Rode / Fante-Anne, de Rasmus Breistein / Pan, de Harald Schwenzen / Laila, de George Schnéevoigt

En esta década se llevaron al cine dos adaptaciones de las novelas de Knut Hamsun: Markens grøde (La bendición de la tierra), dirigida por el danés Gunnar Sommerfeldt y Pan, de Harald Schwenzen. El cineasta danés Carl Theodor Dreyer dirigió Glomdalsbruden (La novia de Glomdal, 1926) y el también danés George Schnéevoigt estuvo detrás de Laila (1929), una historia de amor dramática que recrea el ambiente de los samis y se convirtió en un gran éxito de público.

 

El cine sonoro

En los años 30, con la llegada del cine sonoro, tiene lugar una época de resplandor en la historia de la cinematografía noruega. En 1932 hubo un punto de inflexión con la creación de la productora Norsk Film AS, financiada por los cines municipales y con el Cine de Oslo como accionista principal. Pero es en 1930 cuando el danés Schnéevoigt dirigió la primera película sonora, la coproducción entre Noruega y Dinamarca Eskimo, un melodrama cuyos exteriores se rodaron en Groenlandia.

Uno de los directores más destacados de la década de los 30 fue Tancred Ibsen –nieto de dos gigantes de la literatura noruega, el dramaturgo Henrik Ibsen y el escritor Bjørnstjerne Bjørnson–, quien dirigió Den store barnedåpen (The Great Christening, 1931), la primera película sonora realizada por un director noruego. Se trató de una adaptación cinematográfica de una obra de teatro de Oscar Braaten, que se ganó al público por su manera humorística de tratar un tema complejo como el derecho de las madres solteras de bautizar a sus hijos.

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Eskimo, de George Schnéevoigt / Den store barnedåpen, de Tancred Ibsen / Fant, de Tancred Ibsen / De vergeløse, de Leif Sinding

Más tarde, Tancred Ibsen cosechó éxitos con To levende og en død y Fant (Gitano) –considerada una de las obras cumbre del cine noruego–, las dos producidas por Norsk Film AS en 1937. Ambos filmes, junto con otros como De vergeløse (The Defenceless, 1939) de Leif Sinding (1939), Gjest Baardsen (1939) también de Tancred Ibsen, y Ungen (1938), de Rasmus Breistein, hicieron que el cine noruego viviese un momento de esplendor.

Por esa misma época nace un cine obrero de temática social como se puede ver en Vi bygger landet (1936) de Olav Dalgard y otras películas que versan sobre el movimiento obrero.

 

Cine de evasión en tiempos de guerra

Durante la ocupación alemana, entre 1940 y 1945, los nazis se apropiaron también del cine noruego e implantaron la censura. Así, las películas adoptan un claro corte de entretenimiento, floreciendo el cine de evasión y comedias como Den forsvundne pølsemaker (1941), de Toralf Sandø y En herre med bart (1942), de Alfred Maurstad; filmes que alegraron la vida monótona y gris de los noruegos en tiempos de guerra. En 1942, Rasmus Breistein tuvo éxito con Trysil-Knut, filme basado en poemas y relatos sobre un legendario esquiador.

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Den forsvundne pølsemaker, de Toralf Sandø / En herre med bart, de Alfred Maurstad

Muchos actores noruegos se negaron a participar en las películas de la época y así es como se usaron, sin éxito, simpatizantes nazis amateurs para reemplazarlos. En aquellos años oscuros, los representantes de la resistencia pidieron a los noruegos que no acudieran al cine en señal de protesta contra la ocupación alemana.

 

La posguerra

En los años posteriores a la ocupación alemana, el cine noruego versó, como es natural, en torno a la guerra y la ocupación nazi. El relato de la lucha de la resistencia crea un género sui géneris para el cine de ficción noruego que se viene a denominar «dramas de ocupación» que se ha manifestado en el cine de diversas formas desde los años de la posguerra. Las primeras producciones se centraban en los héroes de la guerra, en los años 60 y 70 las películas fueron más reflexivas y, con la distancia en el tiempo, se empezó a tratar la traición, hasta volver con un nuevo tipo de héroe los últimos años.

«En los años posteriores a la ocupación alemana, el cine noruego versó, como es natural, en torno a la guerra y la ocupación nazi. El relato de la lucha de la resistencia crea un género sui géneris para el cine de ficción noruego que se viene a denominar “dramas de ocupación”»

Con esta temática, destacan películas de diferentes épocas, como Ni liv (Nueve vidas, 1957), de Arne Skouen; Max Manus (2008), de Joachim Rønning y Espen Sandberg, y las más recientes Kongens nei (La decisión del rey, 2016), de Erik Poppe, y Den 12. mann (El duodécimo hombre, 2017), de Harald Zwart.

El filme más importante en los años de posguerra fue Kampen om tungtvannet (Operation Swallow: The Battle For Heavy Water, 1948), una coproducción entre Noruega y Francia dirigida por el francés Jean Dréville que relata una conocida misión de sabotaje llevada a cabo por la resistencia noruega en 1943 contra la fábrica de Norsk Hydro en Rjukan que destilaba el agua pesada, un componente básico en la investigación de la Alemania nazi para la fabricación de bombas atómicas. En 2015 se estrenó, con el mismo título, una miniserie de televisión de seis episodios que relata estos mismos hechos históricos. Si bien Tancred Ibsen opinó que lo que Noruega necesitaba después de los duros años de guerra eran «comedias enloquecidas», el género no cuajó entre el público de aquel entonces.

En la posguerra irrumpe la primera mujer en el cine noruego. Edith Calmar debutó con Døden er et kjærtegn (Death Is A Caress, 1949), un drama psicológico que fue considerado el primer exponente del género noir de Noruega. Otra interesante aportación en esta década es el drama de realismo social Gategutter (Street Boys, 1949), de Arne Skouen, que tiene rasgos evidentes de neorrealismo italiano.

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Kampen om tungtvannet, de Jean Dréville / Ni liv, de Arne Skouen / Max Manus, de Joachim Rønning y Espen Sandberg / Kongens nei, de Erik Poppe

También tuvo su apogeo el cine documental en los años 50 y el que más éxito tuvo fue Kon-Tiki (1950), un homenaje a la travesía del Océano Pacífico que había llevado a cabo Thor Heyerdahl tres años antes. La cinta fue galardonada con el Oscar al mejor documental. El dúo Joachim Rønning y Espen Sandberg dirigieron una nueva versión de Kon-Tiki en 2012, que también fue nominada a varios premios internacionales, entre ellos al Oscar de la Mejor Película de habla no inglesa.

Los dramas de ocupación siguieron interesando al gran público en la década de los 50 cuando apareció la que muchos consideran una de las mejores películas noruegas de la historia: Ni liv (Nueve vidas, 1957), de Arne Skouen. Debido a la tardía aparición de la televisión en los hogares noruegos, el cine contaba con una gran afluencia de público. Así, hasta el año 1963 fue muy popular Filmavisen, un noticiario semanal, creado inicialmente por Norsk Film AS en 1941 con el fin de difundir propaganda nazi.

Fue en aquellos años cuando se creó Bygdekinoene (el cine rural itinerante), que permitió que la población en todos los rincones del país tuviera acceso a las películas más populares, tanto noruegas como extranjeras.

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Kon-Tiki, de Thor Heyerdahl / Kalde spor, de Arne Skouen / De dødes tjern, de Kåre Bergstrøm / Vi gifter oss, de Nils R. Müller

Otras películas interesantes de la época son Blodveien (1955), de Kåre Bergstrøm, y Kalde spor (Cold Tracks, 1962), de Arne Skouen, que también desvelan una interesante mirada a los dilemas humanos relacionadas con la guerra, mezclada con elementos de cine de acción. Bergstrøm, por su lado, aportó una sugerente contribución al género del thriller y el cine de suspense con la adaptación de la novela de André Bjerke De dødes tjern (Lake Of The Dead, 1958). Esta película tendrá una nueva versión dirigida por Nini Bull Robsahm, que se estrenará en otoño de 2019.

También en este momento aparecen las comedias matrimoniales Vi gifter oss (1951), de Nils R. Müller; Aldri annet enn bråk (1954), de Edith Carlmar y las películas de Øyvind Vennerød que relatan las intrigas familiares, que ha sido una temática recurrente en la historia del cine noruego. Por otra parte, las comedias juveniles de Nils-Reinhardt Christensens sobre Stompa (1962–67), basadas en las populares novelas británicas Jennings At School, fueron también muy aclamadas por el público noruego.

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Jakten, de Erik Løchen / Liv, de Pål Løkkeberg / An-Magritt, de Arne Skouen / Kristin Lavransdatter, de Liv Ullmann

En otro tono completamente diferente aparece el debut maduro y moderno del cineasta Erik Løchen, el abuelo de Joachim Trier, uno de los más distinguidos directores noruegos en la actualidad. Jakten (The Chasers, 1959) se considera una obra cumbre en el cine moderno noruego e inicia un nuevo tipo de cine de autor en el país, con una clara conexión con la nueva ola francesa que también arranca a finales de los 50. Esta película vaticina las nuevas ambiciones del cine noruego, influenciado por el cine modernista que surge en Europa en los años de la posguerra. Otras apuestas que confirman esta tendencia son las obras de directores como Pål Bang-Hansen  Skrift i sne (Las letras en la nieve, 1966); y Pål Løkkeberg con Liv (1967) y Exit (1970).

En los años 60, con la llegada de la televisión, el carácter del cine tradicional se transforma para competir con el nuevo medio. El cine debe proporcionar algo más al público, ocasionar una experiencia más intensa. En esta época gozan de popularidad las superproducciones cinematográficas americanas con grandes éxitos de taquilla. La primera superproducción noruega se considera An-Magritt (1969), dirigida por Arne Skouen y protagonizada por Liv Ullmann, también conocida por ser musa de Ingmar Bergman y por dirigir películas como Kristin Lavransdatter (1995), ambientada en el medievo y basada en una novela de la Premio Nobel de Literatura Sigrid Undset.

 

Una nueva generación de cineastas
En los años 70 surge en Noruega una ola de cine radical y feminista. Las películas más destacadas de esta corriente son las que conforman trilogía Hustruer (Esposas, 1975-1996) de Anja Breien y Løperjenten (Betrayal, 1981) de Vibeke Løkkeberg, que llamaron la atención fuera de las fronteras del país. Y películas como Lasse og Geir (1976) y Adjø Solidaritet (Adiós a la solidaridad, 1985), del dúo anarquista conformado por Svend Wam y Petter Vennerød, generaron polémica y discusión.

Entre los años 1969 y 1984 el público disfrutó con las películas sobre Olsenbanden, unas comedias sobre un trío de delincuentes, inspiradas en las producciones danesas homónimas; mientras que en 1975 tuvo lugar el mayor éxito cinematográfico de todos los tiempos en Noruega: la película de animación Flåklypa Grand Prix, de Ivo Caprino, una cinta muy querida por los noruegos hasta la fecha de hoy, que fue realizada con títeres con la técnica de stop-motion.

En los 80 aparecieron algunas producciones interesantes dedicadas a los niños y los adolescentes, de los que cabe destacar Liten Ida (1981), de Laila Mikkelsen y los dramas realistas dedicados a la temática de las drogas y la marginalidad como Hard Asfalt (1986), de Sølve Skagen. Por su parte, la directora Eva Isaksen cautivó a toda una generación con Døden på Oslo S (1989), basada en una de las novelas de la serie Pelle og Proffen del escritor Ingvar Ambjørnsen.

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Hustruer, de Anja Breien / Løperjenten, de Vibeke Løkkeberg / Lasse og Geir, de Svend Wam y Petter Vennerød / Orions belte, de Ola Solum

No obstante, los finales de los 70 y los primeros años de la década de los 80 constituyeron un periodo de estancamiento para el cine noruego en general. Los críticos retiraron su apoyo y el público abandonó al cine producido en Noruega cuya temática estaba muy centrada en la política y en los detalles técnicos, en detrimento de la narración y el desarrollo de los personajes. Así es que se realizó un gran esfuerzo por renovar el cine nacional mirando a otros países y además se trató de revitalizar el sector con nuevas formas de financiación.

Con Orions belte (El cinturón de Orión, 1985), thriller de acción de Ola Solum ambientado en la región polar,  el cine noruego logró recuperar parte de la confianza del público. Como su director tenía ambiciones internacionales con la película, se rodó en paralelo una versión en inglés llamada Orion’s Belt. Por otra parte, en 1987 fue nominada a los Oscar Veiviseren/Ofelaš (El guía del desfiladero) del director sami Nils Gaup, convirtiéndose en el primer largometraje en lengua sami. También obtuvo buenas críticas Is-slottet (El castillo de hielo, 1987), de Per Blom, basada en la novela de Tarjei Vesaas del mismo nombre.

 

Hacia el nuevo siglo
La década de los 90 fue una buena época para el cine noruego y surgieron nuevos talentos atrevidos y originales, como la ya mencionada cineasta Eva Isaksen. Otros nombres de interés son Erik Gustavson con Telegrafisten (El telegrafista, 1993) y Berit Nesheim con la película infantil Frida (1991) y, posteriormente, Søndagsengler (The Other Side Of Sunday, 1996), que fue nominada a los Oscar.

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Telegrafisten, de Erik Gustavson / Ti kniver i hjertet, de Marius Holst

La directora Unni Straume destacó con la adaptación de Drømspel (Dreamplay, 1994) del autor sueco August Strindberg y Liv Ullmann dirigió Kristin Lavransdatter (1995), uno de los éxitos de taquilla más importantes en la historia del cine noruego. Otros directores noveles que sobresalieron en los años 90 fueron Marius Holst con Ti kniver i hjertet (Cross My Heart And Hope To Die, 1994), Bent Hamer con la original Eggs (1995), Torun Lian con el drama infantil Bare skyer beveger stjernene (Only Clouds Move The Stars, 1998) e Hilde Heier con Suffløsen (The Prompter, 1999).

 

Norwave: ¿una nueva ola de cine noruego?
En 1997 se fundó la primera Escuela de Cine en la Universidad de Lillehammer. El mismo año la revista Variety empleó por primera vez el concepto «Norwave», haciendo alusión a la nouvelle vague francesa, en relación con dos películas noruegas que se presentaron en la semana de la crítica del Festival de Cannes: Budbringeren (El mensajero), de Pål Sletaune y el thriller Insomnia, de Erik Skjoldbjærg. Por fin, el cine noruego consigue llamar la atención internacional. Detektor (2000), de Pål Jackman, cuyo guion está escrito por Erlend Loe, también se considera una de las películas que marcan el inicio de una nueva era para el cine noruego.

Marius Holst, director de Ti kniver i hjertet (1996) y Kongen av Bastøy (La isla de los olvidados, 2010) describe así la nueva vitalidad del cine noruego en una entrevista: «En Noruega durante los años 70 se hicieron demasiadas películas que se reducían a ser panfletos, y que fracasaron en su intento de dar vida a los personajes. A aquellos directores les importaba un bledo si los espectadores podían seguir su relato o no. Ellos habían llegado al mundo del cine por su compromiso político. A nuestra generación le atrae el cine por el amor al lenguaje cinematográfico y la búsqueda de nuevas formas de expresar las ideas sobre las relaciones humanas».

Un cineasta que destacó desde finales de los 90 es Hans Petter Moland con películas como Kjærlighetens kjøtere (Zero Kelvin, 1995), Aberdeen (2000) y Gymnaslærer Pedersen (2006), la adaptación de una popular novela de Dag Solstad. Su largometraje Ut og stjæle hester (Salir a robar caballos, 2018) está nominado a diez premios Amanda de 2019, el principal galardón cinematográfico que se otorga en Noruega. Por su lado, Bent Hamer regresó en 2003 con la espectacular cinta Salmer fra kjøkkenet (Kitchen Stories), y Petter Næss dirigió, entre otros largometrajes, Elling (2001). Todos estos directores se fueron labrando un nombre fuera de Noruega a la par que se consagraban en su país.

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Budbringeren, de Pål Sletaune / Insomnia, de Erik Skjoldbjærg / Detektor, de Pål Jackman / Kongen av Bastøy, de Marius Holst

En 2003 se estrenó la comedia Buddy (2003), de Morten Tyldum, que es una de las películas favoritas del público local y está protagonizada por grandes estrellas del cine noruego como Pia Tjelta, Aksel Hennie, Janne Formoe, Anders Baasmo Christiansen y Nicolai Cleve Broch. Tyldum se encargó también de llevar al cine una adaptación de un libro del rey de la novela negra noruega, Jo Nesbø, Hodejegerne (Headhunters, 2011) y además está detrás de producciones de Hollywood como The Imitation Game (2014) sobre Alan Turing, que fue galardonada con el Oscar al Mejor Guion y Passengers (2016).

A partir del año 2000 aparece una generación de directores noveles con propuestas honestas y refrescantes. Entre ellos destacan Jens Lien, que creó la comedia absurda Jonny Vang (2003) y Den brysomme mannen (El inadaptado, 2006), Annette Sjursen con Min misunnelige frisør (My Jealous Barber, 2004), Erik Poppe (Hawaii, Oslo, 2004 y Kongens nei, 2016) y Sara Johnsen con largometrajes como Vinterkyss (Besada por el viento, 2005) y Upperdog (2009).

El cine de género también ha tenido un auge en los últimos años con producciones como Bølgen (La ola, 2015), de Roar Uthaug, que trata sobre una avalancha de nieve que ocasiona un tsunami en un fiordo noruego. Uthaug también se destacó con la película de terror Fritt vilt (Cold prey, 2006). Por su parte, Skjelvet (Terremoto, 2018), dirigida por John Andreas Andersen, constituye con sus efectos especiales avanzados una descripción creíble de un terremoto que sacude la ciudad de Oslo.

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Ut og stjæle hester, de Hans Petter Moland / Salmer fra kjøkkenet, de Bent Hamer / Elling, De Petter Næss / Oslo 31. August, de Joachim Trier

A pesar de la revitalización del cine y la recuperación de la confianza por parte del público, hacia finales de los años noventa las películas noruegas no consiguieron atraer a los espectadores. Por ello, desde el gobierno se promovieron políticas más activas para apostar por la producción cinematográfica nacional y hacer algunos cambios radicales en el sector. Así, en 2001 se creó un nuevo fondo noruego para el cine cuyo objetivo era aumentar el volumen de producción, conseguir una mayor diversidad y volver a conquistar al público nacional e internacional.

La productora estatal Norsk Film se disolvió en 2002, aunque parte de su actividad continúa en los estudios de cine de Jar. Actualmente, la producción cinematográfica noruega se financia mediante inversiones privadas con el apoyo de los fondos de cine noruegos y nórdicos. La gestión pública del sector del cine se lleva a cabo a través de Norsk filminstitutt, el Instituto Noruego de Cinematografía, que administra la financiación estatal y promociona las películas noruegas dentro y fuera del país.

A día de hoy, el cine noruego se encuentra en un buen momento y en los últimos años ha mostrado una gran ambición por llegar tanto al público local como al internacional mediante una serie de propuestas diversificadas, aunque algunos expertos echan en falta obras más arriesgadas y experimentales. La generación más reciente de directores como Joachim Trier (Reprise, Oslo 31. August, Thelma), Iram Haq (El viaje de Nisha), Eirik Svensson (Harajuku), Tuva Novotny (Blindspot) y Jorunn Myklebust (Disco) están contribuyendo, sin duda, a subir el listón del cine noruego y a hacerse notar tanto dentro del país como fuera de él.

 


Bente Teigen Gundersen es Licenciada en Filología, Literatura y Antropología Social por la Universidad de Bergen. Máster en Estudios Latinoamericanos por la misma universidad. Estudios de doctorado (DEA) en la Universidad Complutense de Madrid donde también fue profesora de lengua y cultura noruegas de 2011 a 2018. Agregada de Prensa y Comunicación en la Embajada de Noruega en Madrid y Asesora de Comunicación en DIKU, agencia del gobierno noruego para la internacionalización de la educación superior. Traductora literaria de más de treinta libros y colaboradora en proyectos audiovisuales.


Este texto es parte del informe ¿Qué pasa en Noruega?