Tras más de dos décadas al pie del cañón, Club 8 prosigue con su búsqueda interminable de nuevos parajes para su rica receta de synth-pop. Así, el destino lleva a los integrantes del dúo sueco a una isla de la que se han hecho los amos.
Qué: Disco (Labrador)
Con diez álbumes a sus espaldas, el dúo sueco Club 8 sigue buscando nuevas rutas para su cuaderno de bitácora. En este Golden Island sorprende el minucioso trabajo con el sampleado vocal, de una mentalidad más cercana al post-rock británico de los 90 que a la materia pop de toda la vida.
En un sentido más instrumental, se han cerrado de puertas hacia adentro, sacando a la luz un surtido de brotes synth-pop hechos para el recogimiento interior del oyente. De esta empatía desde la intimidad brotan maravillas como Breathe o Lost, canciones donde el minimalismo navega sobre sonidos marinos de olas y cascadas en erupción.
Así, a lo largo de media hora, este encuentro pop de la materia fourth world reluce entre contornos naturales, espacios abiertos decorados con suaves brisas orientales. Un trabajo de detallismo obsesivo cuyo fin último es conmover desde una contemplación desligada de las prisas que arrecian en la jungla pop actual.
De tan jugosa experiencia, emerge la sensación de haber dado con la versión más nutritiva de entre todas las ofrecidas por Karolina Komstedt y Johan Angergård, conductores de esta nave nacida a comienzos de los 90. Y que sigan así, por favor.