Mentes abiertas, a su juego les han llamado. En el corazón de Copenhague resiste la Ciudad Libre de Christiania, un paraíso regional fundado en 1971 que desafía las leyes de la sociedad para concentrarse en prácticas basadas en su lema oficial: «fe, esperanza y amor». Lo explica mejor uno de sus defensores más apasionados.
«¿Quieres escribir sobre la Ciudad Libre de Christiania?», me preguntaron desde Días Nórdicos. Desde luego que sí, pensé. ¿Cómo no querer hacerlo sobre la ciudad que está en el corazón de mi querida Copenhague? Allí es donde hago jogging a lo largo de Dyssen, o me compro un peta. Es donde he asistido a algunos de los mejores conciertos de Copenhague, y el lugar que escojo un domingo por la tarde para relajarme. Tiene uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Spiseloppen, y también el club de jazz Børneteateret; el local de conciertos Loppen y el amplio Grå Hal, donde a lo largo de los años he visto a bandas como Sonic Youth, Tool, Portishead, Rage Against The Machine, Mudhoney, Grooverider e incontables grupos underground.
Es en esta ciudad donde paso mi tarde saludable de sauna, practico yoga y compro productos ecológicos. De modo que por supuesto que me gustaría escribir acerca de uno de los oasis geográficos más importantes en Copenhague, su mayor atracción turística, el barrio más polémico del reino de Dinamarca: casi no existe danés que no opine sobre Christiania, incluso a pesar de no haber estado nunca. Para muchos es un barrio que debiera desaparecer, pero también estamos los que vivimos dispuestos a darlo todo para conservar nuestra Ciudad Libre.
«Christiania ha pasado de ser una sociedad ruinosa de fumadores de hash, almas perdidas y soñadores, a convertirse en una sociedad organizada dentro de la misma sociedad, y se compone de un abanico de ciudadanos tan variado como el resto de barrios de Copenhague»
Christiania está en la antigua zona militar del elegante Christianshavn. Durante mucho tiempo, la vieja zona militar apenas si sobrevivía a lo largo de la fortaleza que marca los antiguos límites de la ciudad: estaba prácticamente vacía. Y así fue hasta que en 1971 un grupo de hippies decidió ocupar la zona, cuando vieron la posibilidad de crear una sociedad alternativa, con leyes propias, más cerca de sus ideales. La Ciudad Libre de Christiania es, además, un experimento social que debería servir para testear nuevas ideas y modos de vida diferentes: no estaría mal que las voces de la gente que vive allí fusen oídas en los procesos democráticos. Sus habitantes llegaron a imprimir su propio papel moneda, y hoy en día uno puede ganar un sueldo con el que puede pagar las cosas en el barrio. La Ciudad Libre de Christiania es, por tanto, casi un «estado dentro del estado». Su nombre es un homenaje al primer nombre de Copenhague, aunque es lo único que las vincula: la Ciudad Libre es una sociedad que desafía las reglas que rigen a la capital.
En los últimos años, en la zona se han producido casi tantas transformaciones como en el resto del país: Christiania ha pasado de ser una sociedad ruinosa de fumadores de hash, almas perdidas y soñadores, a convertirse en una sociedad organizada dentro de la misma sociedad, y se compone de un abanico de ciudadanos tan variado como el resto de barrios de Copenhague. Una buena muestra del cambio es que, a pesar de ser un espacio libre, la renta media per cápita ha aumentado bastante desde los «días salvajes». Hoy puede decirse que muchos «christianitas» (como se llama a sus lugareños) están bien establecidos, incluso económicamente.
Como es una zona ocupada en la que los habitantes no han comprado sus casas sino que las han tomado del Estado, cada gobierno que asume realiza su intento por desalojar la región. No obstante, debido a causas totalmente inexplicables, eso nunca ha ocurrido. El evidente trapicheo de hash que le dio al barrio su fama mundial siempre ha sido una espina para la Dinamarca burguesa.
Es curioso de qué modo cada partido político que fue llegando al gobierno debió aceptar su existencia, en muchos casos por temor a hipotéticos disturbios que pudiera desencadenar el desalojo en Copenhague. Así, la lucha de los «christianitas» consiste en encontrar un equilibrio entre ser normales y, al mismo tiempo, conservar los valores que constituyen el punto de partida de la Ciudad Libre. No es una tarea sencilla, porque ¿qué es exactamente lo «normal»? Concretamente, años atrás, el gobierno de derechas pensó un plan de acción: expulsar a los ocupantes de las casas de la fortaleza, desterrar la circulación de las drogas y que el resto de las iniciativas tuviesen que ponerse de acuerdo con las instituciones. Si dichas condiciones se cumplían, el gobierno prometía dejar en paz a la Ciudad Libre de Christiania. Pero nada de eso pasó.
Si eres turista, cualquiera de estos asuntos políticos desaparecerá de tu mente cuando finalmente arribes a la Ciudad Libre. Pese a que la calle principal, Pusher Street, se ha endurecido y los trapicheros están más paranoicos que antes, el barrio sigue conservando gran parte de su encanto y belleza. Intenta ir al restaurante Morgenstedet, cerca de Indkøberen. Durante cualquier noche de verano, el local despide vida y ambiente veraniego. También es uno de los restaurantes vegetarianos más baratos de Copenhague (el plato del día cuesta 70 coronas, unos 9 euros); el precio de sus magníficas ensaladas es de 25 coronas (3 euros), y puedes acomodarte en el jardín exterior o en el comedor, un espacio sobrio y agradable.
Si te apetece ir de compras, están los clásicos tenderetes para turistas con todo tipo de moda hippie, bongs para fumar, lana de llama, discos de reggae y papel para cigarros. Y, por supuesto, el vendedor local de «falafel», que lleva ahí unos treinta años. En algunas de las calles laterales hay otros locales de souvenirs, o la fantástica Grøntsagen, la tienda de verdura del barrio donde puedes conseguir toda la ecología que puedas imaginar. Si te van las medicinas naturales, los aceites y las cremas, pásate por la Sundhedshuset. Está cerca del Månefiskeren, detrás del taller de bicicletas, que a su vez es una auténtica institución en la Ciudad Libre de Christiania, más que nada por su increíble volumen de compraventa: la famosa bicicleta familiar Christianiacyklen, con espacio para dos niños y la compra, se ha convertido en un medio de transporte popular entre familias modernas y ecológicamente concienciadas de Copenhague.
Pero en el terreno comercial, el éxito más grande son los productos de la Ciudad, que llevan el conocido mensaje «Conservar Christiania» y tres círculos amarillos. Los tres círculos o puntos amarillos son el símbolo de la «fe, esperanza y amor» de la Ciudad Libre de Christiania. Dieciocho años atrás, el aumento de la presión sobre Christiania derivó en el lanzamiento de una camiseta con los símbolos locales, que representan a la Ciudad. Desde entonces, el mensaje ha viajado por todo el mundo en diversas camisetas, sudaderas, gorras, banderas y todo tipo de parafernalia.
Si vas a Badehuset, te espera una auténtica tradición escandinava: es la casa de la Ciudad donde todos sus habitantes pueden bañarse y utilizar el sauna. No te asustes, serás bien recibido: por sólo 35 coronas (unos 5 euros) te entregan una toalla, puedes darte un baño de barro y una sesión de sauna. Es uno de los mejores de Copenhague, funciona a base de leña, y muchas veces hay alguien que tiene aceites aromáticos que alivian cuerpo y alma. Es un sauna unisex: todos van desnudos y en su ardiente interior no se permiten toallas. Por lo demás eres libre de jugar al ajedrez, practicar yoga, hablar de política o simplemente soportar el vapor.
«La Ciudad Libre de Christiania es, además, un experimento social que debería servir para testear nuevas ideas y modos de vida diferentes: no estaría mal que las voces de la gente que vive allí fuesen oídas en los procesos democráticos»
Una buena sesión de sauna caliente y purificadora siempre abre el apetito. El restaurante Spiseloppen es uno de los mejores de Copenhague y es conveniente reservar mesa: ahora que los daneses manejan más dinero, han empezado a salir a menudo a cenar afuera. Es una de las grandes ciudades del mundo que más estrellas de las guías Michelin tiene por habitante, pero hay un montón de buenas experiencias gastronómicas disponibles por debajo de ese nivel de precios. Si te va la carne y también los platos vegetarianos, no saldrás defraudado del Loppen: un plato principal cuesta entre 130 y 250 coronas (de 17 a 33 euros), y una buena cena romántica con vino rondará las 800 coronas (106 euros). Puede parecer caro, pero no olvides que, por desgracia, Copenhague se ha convertido en una de las ciudades más caras del mundo.
Una noche en la Ciudad Libre de Christiania siempre puede alargarse. A menudo, los días laborables hay conciertos en el «escenario Loppen», que está justo debajo del Spiseloppen. Ahí puedes ver tanto a bandas locales como a algunas internacionales, siempre dentro del campo de la música alternativa. En este mítico lugar suelen actuar sobre todo grupos de indie rock y de punk, pero en los carteles aparecen también artistas de hip hop, música electrónica, metal y pop. Si lo tuyo es el jazz, el Club de Jazz acapara el Børneteateret. Muchas veces hay jams abiertas, en las que varios de los músicos más jóvenes de jazz de la escena de Copenhague y del Real Conservatorio aparecen por la noche para actuar; son sesiones nocturnas, con abundancia de cerveza y petas. En la época del Festival de Jazz de Copenhague puedes estar seguro de que algunas de las estrellas invitadas irán allí a tocar.
En verano, de vez en cuando hay raves tecno en el Grå Hal; en la Ópera de Pusher Street siempre hay alguna banda de reggae o de blues los fines de semana. Si vas por una buena borrachera, el sitio más apropiado es el bar más duro del barrio: Woodstock. Allí se ha detenido el tiempo: se sigue tocando una guitarra imaginaria a los sones del Stairway To Heaven, de Led Zeppelin, y del Are You Experienced?, de Hendrix; también se continúa flipando con el Wish You Were Here de Pink Floyd y rockeando al ritmo de Gasolin’, un grupo que es en Dinamarca lo que los Beatles son en Inglaterra y Elvis Presley en los Estados Unidos. Es difícil saber qué hora es cuando estás en Woodstock: la gente está igual de borracha vayas a la hora que vayas…
En algún lugar del barrio, hay una piedra que tiene escrito el siguiente grafiti: «Ciudad Libre de Christiania, mi corazón está contigo». Es la frase de un sentimental, de más está decirlo, y tampoco quiere decir que el barrio vaya a enamorarte perdidamente. Pero si eres de mente abierta y te concedes el tiempo suficiente como para darte un paseo por Dyssen, tumbarte en la hierba a la orilla de uno de los lagos o simplemente abandonarte a las nubes del hash, estoy seguro de que al menos parte de tu corazón se entregará a los encantos de este pájaro extrañamente feo, hermoso, romántico, violento, colocado, libre y siempre de fiesta, que es la Ciudad Libre de Christiania. No te olvides de cargar la tabla de skate, déjate llevar y muestra respeto hacia los demás. Entonces el barrio te abrazará. Yo, al menos, hace tiempo que entregué mi corazón a este bonito pueblecito del centro de Copenhague. Nos vemos por allí.
PG Jesper es DJ, músico y productor.
Este texto es parte del informe ¿Qué pasa en Dinamarca?