Sólo dos años después de un renacimiento como Vulnicura, Björk ha vuelto a reivindicarse como una de las grandes esperanzas para que la evolución del pop no se quede estancada en el revival concéntrico que domina nuestro día a día.
Qué: Disco (One Little Indian)
Con la inestimable ayuda del venezolano Arca, Björk, la figura más relevante de la historia del pop islandés, ha llevado a cabo lo que ella misma ha definido como «su disco Tinder»: la continuación a la purga emocional realizada en su anterior álbum, y que para esta ocasión se ha transformado en una búsqueda de nuevas emociones, sin olvidar nuevos aspectos dolorosos, como en Sue Me, donde vomita toda su rabia por su lucha por la custodia de su hijo.
Éste también es su punto más discutible, hablando en términos narrativos. Porque, en lo que se refiere a su fascinante pálpito industrial de esencia pop, es uno de los catorce hallazgos aquí escondidos. 71 minutos de música netamente geográfica, repleta de samples orgánicos y una atmósfera que recrea una naturaleza en constante estado de movimiento.
Como una Antártida ancestral mediante la que Björk ha forjado toda una declaración de intenciones: un maná de melodías y ritmos anclados a un profundo sentimiento geográfico de su música. Una victoria que reclama la esencia de lo regional contra la dispersión y erradicación de los orígenes provocados por la globalización cultural de la era Internet. Y lo ha conseguido dándole una vuelta más libre y selvática al pop mágico desplegado en Vespertine, el trabajo que cerraba su edad de oro en pleno año 2001. Ahora, dieciséis años después por fin podemos aseverar la configuración de una nueva etapa clásica a la que Utopia ha dotado de un color inconfundible.
Finalmente, como curiosidad, mencionar que la artista islandesa vuelva a innovar una vez más y acaba de lanzar el vídeo de Arisen My Senses, en el que colabora con el artista Jesse Kanda, a través de WeTransfer en lugar de usar las plataformas de vídeo convencionales.