Islandia – Smekkleysa/Bad Taste, 1990
Tras el regreso de la decepcionante gira que emprendió The Sugarcubes para presentar en el exterior su segundo álbum, sus integrantes decidieron disolver la banda para trabajar en sus proyectos paralelos. Björk, que a esas alturas ya era una cantante consumada, decidió cumplir una vieja promesa que le había hecho al brillante pianista de jazz Guðmundur Ingólfsson: registrar un álbum con su trío. El repertorio estaba constituido por clásicos islandeses de los años cincuenta y sesenta: el resultado fue tan bueno que se convirtió en el disco de jazz más vendido de la historia del país.
Este texto es parte del informe 120 discos nórdicos indispensables.